Comentar Hirro 3 implica enfrentarse a los límites de la palabra, o más bien, a los límites de la crítica. Lo de Kim-Ki-duk es esencialmente pensamiento visual; su materia prima son imágenes. Imágenes de lo ya sido, de aquello que nunca más podrá acontecer existencialmente. En ese sentido, Hiero 3 es una película sobre la desaparición del tiempo y los cuerpos, una historia que se resiste a esa mirada objetivante que busca disponer del mundo. Una historia de amor consignada al recuerdo y a la memoria, a la atribución de sentido más allá de las palabras.

Este distanciamiento esencial de la pareja protagonista busca, sin embargo, reconciliarse con el mundo del cual se ha retirado. La pareja finalmente esta enamorada, y como tal debe dar cuenta de ese significado en el mundo. Pero la reconciliación no ocurre nombrando, ni construyendo declaraciones en el lenguaje. Nada en la película parece tener espacio en el universo de lo dicho. La relación de la pareja es irreducible a esa lógica, por tanto es una reconciliación trazada a través de imágenes. Imágenes captadas por el lente de una cámara digital y que deambula sin rumbo fijo de casa en casa. Imágenes que no buscan nada salvo trazos de vida, memoria y atestiguar que el pasado fue.
Casa vacías, amor, imagen, silencio, desplazamiento, palos de golf, en fin, el entrecruzamiento de estos elementos y la importancia narrativa que adoptan en la estructura del filme, coloca al cine de Kim-Ki-duk en una posición privilegiada para reflexionar sobre las tensiones entre fugacidad del instante y posterioridad registrada, entre subjetividad y cuerpo, entre simulacro y realidad.
