martes, junio 13, 2006

Lo bello de opinar


¿Por qué gusta tanto – y cada vez más – hacer públicas nuestras preferencias?. Será que de un momento a otro pasamos del miedo a decir las cosas a un desenfreno por dar nuestras opiniones. Basta mirar el reciente escándalo público sobre la educación, todo el mundo levantó el dedo y hacia cátedra sobre el tema: “para mi el gran problema de la educación es….” y así por todos lados.
En el cine esta situación es notable. Es difícil encontrar a alguien que no tenga vocación de crítico, o que no apalee a la lista de sus mejores películas para abrir la conversación. Hoy importan tanto las películas como lo que se pueda decir sobre ellas a la salida del cine. Y a estas alturas muchas parejas descubren el amor después de confesarse que les gustan las mismas películas.
Hay una gratificación extraña en cada proclamación del gusto, y de seguro constituye uno de los actos más narcisos y gratuitos de todos. Y aún cuando existe el miedo a parecer pedante o ingenuo con un comentario (“nadie quiere comprender sin sentir o disfrutar sin comprender”, Bourdieu) siempre ese riesgo va ser compensado con el goce conferido por la pronunciación y apropiación de un gusto. Porque al final declarar las películas que a uno le gustan permite también asentar una marca de identidad, un rayado de cancha; es como un anuncio o invitación implícita a cómo nos gustaría que los demás nos miren. Bourdieu, citado por L. Jullier, lo pone de manera inmejorable en La distinción, criterio y bases sociales del gusto: nada clasifica tanto como las clasificaciones.
Pero es frecuente en el mundo de las opiniones ocultar las preferencias bajo lo que Bourdieu denomina la ideología del gusto natural. Muchas veces las opiniones se expresan en función de un sentido común socialmente construido, y en vez de mostrar los criterios de rechazo o aceptación personal el comentario sucumbe ante el peso de la evidencia convencional, facilitada casi siempre por la opinión de los 'expertos'. Cuando se trata del cine, un arte tan popular y extendido, es fundamental tratar de asegurarse que las alusiones que se hacen sobre las películas no vayan en contra de esa evidencia canónica. El objetivo consiste en ser original con la apreciación, pero siempre dentro de un cierto margen posible. Cuesta extraer de la crítica cinematográfica actual - incluida la que se hace cotidianamente - análisis y juicios que no vengan impregnados de esta ideología. Un ejemplo cercano: la película chilena Paréntesis. Escasa interrogación hubo respecto al valor real de esta película, y más bien su análisis quedó oculto bajo “el gusto natural”. El mismo sociólogo francés habla de una estética informada, que sirve como instrumento de vigilancia frente a las naturalizaciones en el mundo del arte.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

hola, te felicito por tu blog!! me encanta, siempre me meto para leer las nuevas cosas que subes. también te felicito por la profundidad que tienes para abordar los ditintos temas, especialmente en el cine. Ojalá hubieran tipos tan sólidos y a la vez tan sensibles como tú. Te felicito, estás siendo un gran aporte para la crítica de cine, sociología, y demás.
pd. sigues en parís?

Javier de la Ribiera dijo...

me gusta tu escrito, yo tb estoy cansado de los criticos,la forma aritmética de su estética, el encorsetamiento de referencias que le salven de su propia mirada,la poca sinceridad en general, también estoy cansado del cine actúal, KimKiDuc me sorprendió bastante al principio, con la isla, después con primavera, verano...que es la que mas me gusto, pero empezó a flojear con el romanticismo raruno, sensibilidad manierista, hasta la aberración q ha sido para mi el arco, ufff, Takashi Miike me parece más interesante, un saludo y gracias por compartir tus reflexiones, salud

Anónimo dijo...

Javiera. Parece que no conozco ninguna película de Takashi. Qué peliculas recomiendas para empezar?

gracias
mtr