viernes, junio 23, 2006

HIERRO 3: BORRADURA DE PALABRAS

Comentar Hirro 3 implica enfrentarse a los límites de la palabra, o más bien, a los límites de la crítica. Lo de Kim-Ki-duk es esencialmente pensamiento visual; su materia prima son imágenes. Imágenes de lo ya sido, de aquello que nunca más podrá acontecer existencialmente. En ese sentido, Hiero 3 es una película sobre la desaparición del tiempo y los cuerpos, una historia que se resiste a esa mirada objetivante que busca disponer del mundo. Una historia de amor consignada al recuerdo y a la memoria, a la atribución de sentido más allá de las palabras.

La búsqueda de los protagonistas transcurre fuera del amparo y modelos verbales, bajo el supuesto radical de que el significado existe con anterioridad a todo lo que podamos decir sobre él. En lugar de la adiestrada práctica lingüística, los personajes de Hierro 3 viajan a al corazón de la visualidad, y hallan ahí el refugio para su expresión y ejecución amorosa. La desconfianza hacia la palabra los hace retirarse del mundo (durante la película la pareja nunca habla) como si la paz y quietud estuviesen lejos de las estructuras del lenguaje convencional. Y por el contrario, los habladores en la película coinciden con roles opresivos y violentos. El policía que interroga y el marido que recrimina a su mujer son la encarnación de un orden desencantado y en persistente esfuerzo por hacer del mundo algo transparente.

Este distanciamiento esencial de la pareja protagonista busca, sin embargo, reconciliarse con el mundo del cual se ha retirado. La pareja finalmente esta enamorada, y como tal debe dar cuenta de ese significado en el mundo. Pero la reconciliación no ocurre nombrando, ni construyendo declaraciones en el lenguaje. Nada en la película parece tener espacio en el universo de lo dicho. La relación de la pareja es irreducible a esa lógica, por tanto es una reconciliación trazada a través de imágenes. Imágenes captadas por el lente de una cámara digital y que deambula sin rumbo fijo de casa en casa. Imágenes que no buscan nada salvo trazos de vida, memoria y atestiguar que el pasado fue.

Casa vacías, amor, imagen, silencio, desplazamiento, palos de golf, en fin, el entrecruzamiento de estos elementos y la importancia narrativa que adoptan en la estructura del filme, coloca al cine de Kim-Ki-duk en una posición privilegiada para reflexionar sobre las tensiones entre fugacidad del instante y posterioridad registrada, entre subjetividad y cuerpo, entre simulacro y realidad.

martes, junio 13, 2006

Lo bello de opinar


¿Por qué gusta tanto – y cada vez más – hacer públicas nuestras preferencias?. Será que de un momento a otro pasamos del miedo a decir las cosas a un desenfreno por dar nuestras opiniones. Basta mirar el reciente escándalo público sobre la educación, todo el mundo levantó el dedo y hacia cátedra sobre el tema: “para mi el gran problema de la educación es….” y así por todos lados.
En el cine esta situación es notable. Es difícil encontrar a alguien que no tenga vocación de crítico, o que no apalee a la lista de sus mejores películas para abrir la conversación. Hoy importan tanto las películas como lo que se pueda decir sobre ellas a la salida del cine. Y a estas alturas muchas parejas descubren el amor después de confesarse que les gustan las mismas películas.
Hay una gratificación extraña en cada proclamación del gusto, y de seguro constituye uno de los actos más narcisos y gratuitos de todos. Y aún cuando existe el miedo a parecer pedante o ingenuo con un comentario (“nadie quiere comprender sin sentir o disfrutar sin comprender”, Bourdieu) siempre ese riesgo va ser compensado con el goce conferido por la pronunciación y apropiación de un gusto. Porque al final declarar las películas que a uno le gustan permite también asentar una marca de identidad, un rayado de cancha; es como un anuncio o invitación implícita a cómo nos gustaría que los demás nos miren. Bourdieu, citado por L. Jullier, lo pone de manera inmejorable en La distinción, criterio y bases sociales del gusto: nada clasifica tanto como las clasificaciones.
Pero es frecuente en el mundo de las opiniones ocultar las preferencias bajo lo que Bourdieu denomina la ideología del gusto natural. Muchas veces las opiniones se expresan en función de un sentido común socialmente construido, y en vez de mostrar los criterios de rechazo o aceptación personal el comentario sucumbe ante el peso de la evidencia convencional, facilitada casi siempre por la opinión de los 'expertos'. Cuando se trata del cine, un arte tan popular y extendido, es fundamental tratar de asegurarse que las alusiones que se hacen sobre las películas no vayan en contra de esa evidencia canónica. El objetivo consiste en ser original con la apreciación, pero siempre dentro de un cierto margen posible. Cuesta extraer de la crítica cinematográfica actual - incluida la que se hace cotidianamente - análisis y juicios que no vengan impregnados de esta ideología. Un ejemplo cercano: la película chilena Paréntesis. Escasa interrogación hubo respecto al valor real de esta película, y más bien su análisis quedó oculto bajo “el gusto natural”. El mismo sociólogo francés habla de una estética informada, que sirve como instrumento de vigilancia frente a las naturalizaciones en el mundo del arte.